lunes, 11 de mayo de 2015

El WOMAD de Cáceres: un macrobotellón por la diversidad cultural.

El pasado viernes acudí a Cáceres para presenciar dos actuaciones encuadradas en el festival WOMAD de la ciudad extremeña: Kobo Town y Mahmoud Ahmed. Kobo Town es un grupo relativamente nuevo que ha reinventado los sonidos más clásicos del calypso caribeño. Mahmoud Ahmed es una leyenda viva de la música etíope, una estrella internacional. Sin embargo, la excitación inicial desembocó en el cabreo de todos los años: el WOMAD Cáceres no es una celebración por la diversidad cultural, es un puto botellón en la Plaza Mayor donde unos negros con tambor se dedican a tocarnos los cojones y cuidado por dónde andas que me pisas los hielos. 



No pretendo ir de puritano. He practicado de vez en cuando el botellón en mi ciudad. A mí también me gusta una cerveza, un cubata o un tinto de verano para redondear una gran actuación musical. Pero lo que vi el otro día no tiene justificación que valga. Miles y miles de jóvenes, muchos de los cuales carecen por completo de interés por el festival en sí, se apretujan en las zonas media y alta de la plaza, mientras que unos pocos cientos de fieles womeros se establecen en las proximidades del escenario.

El ayuntamiento no parece demasiado preocupado: una de las cosas que más me sorprendieron son los dispositivos de control que se montaron para evitar no sé muy bien qué problemas. Al parecer, no se pueden entrar botellas de cristal (algo que parece más que razonable) ni tampoco se pueden pasar botellas de plástico que conserven el tapón. Esto supongo que será para evitar que algún imbécil borracho las convierta en obuses contra el tipo con plumas que canta en el escenario. Son medidas cosméticas. Ahora imaginen a ese imbécil que, frustrado al descubrir que si lanza la botella sin tapón acaba por vaciarse antes de hacer blanco, se decide a coger uno de los sí permitidos cubitos de hielo con los que enfría sus cubatas de Almirante o, directamente, a meterse la mano por la bragueta y "desenfundar" el viejo Colt de su abuelo el policía que llevaba bien escondido en el paquete. El problema está en tolerar o, incluso, facilitar estados de embriaguez extremos, no en restringir sólo uno de los millones objetos que un loco puede lanzar a las cabezas de la gente. La solución es aparentemente bien sencilla: prohibir el botellón y poner barras municipales cuyos beneficios ayudarán a financiar los conciertos. Existen precedentes: el ayuntamiento de Badajoz ya lo hizo con el festival de los Palomos cuando se olió que aquello podría convertir la Plaza Alta en el botellonódromo de turno: en el escenario de la Alcazaba, donde se desarrollan las actuaciones principales, se prohibió llevar bebidas de casa, mientras que se habilitó un escenario secundario para que el que quisiera hacerlo no molestara al resto.

¿Te tiene que gustar obligatoriamente la música chutney para ir al WOMAD? No ¿Puedes ir al centro a disfrutar del ambiente womero sin necesidad de poseer las últimas novedades discográficas de música tuareg? Absolutamente. El problema viene cuando los ciudadanos, con el beneplácito de las autoridades, hacemos de nuestra capa un sayo y decidimos montar un botellón que desvirtúa casi cualquier evento cultural o reivindicativo que nos pongan por delante. El WOMAD es un festival cuyo objetivo es promover la diversidad musical, étnica y cultural del mundo, en un escenario incomparable como es el centro histórico de la capital cacereña. Los extremeños deberíamos estar orgullosos de que nuestra tierra sea una de las elegidas para albergar un evento que es un referente mundial en el panorama musical. Ningún político tiene que proponer proyectos para convertir a Cáceres en Capital Mundial de Algo. Ya lo es. Lo que necesitamos de verdad es no cargarnos nosotros mismos lo que ya tenemos.